EN
CUMANÁ
(2008)
1
Partimos hacia Cumaná a las cinco de la mañana
para asistir a los XXIX Juegos Deportivos Médicos. Viajo con el doctor Alexis
Castrillo. A las siete estamos en Altagracia de Orituco y desayunamos. Nos
detenemos en Mochima para almorzar. El
lugar es bello, junto al mar, y adornado con una enorme, y aparentemente, muy
vieja ancla.
Ya en
Cumaná nos hospedamos en el hotel Nueva Toledo. No pudimos asistir al desfile
inaugural por lo tarde que llegamos a la ciudad.
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No son las seis y todo está muy claro. Camino hasta el Colegio de
Médicos. Desde el hotel hasta allá no son más de veinte minutos. Sopla la
brisa, fresca y olorosa a mar.
Nos
corresponde jugar ajedrez con Nueva Esparta. Mi contendor es el Dr. Carlos Anes
de Margarita. Dice que su apellido sólo se encuentra en la isla. Él empieza
ganando, pero me recupero y tomo la delantera. Terminamos haciendo tablas. Creo que pude haber ganado, pero el ajedrez
es como la vida misma: una cacería de oportunidades que muchas veces pasan
delante de nosotros sin que las notemos. Aprendí una lección: en el ajedrez es
mejor ir lento, porque la batalla es de paciencia. Mi error fue intentar ganar
por la vía rápida.
3
A
propósito del ajedrez leo que murió Fischer en Reykiavik, perseguido por el
gobierno norteamericano. Murió atormentado y leyendo en una librería que le
recordaba a su preferida en la infancia en Nueva York. Los libros fueron su
paño de lágrimas.
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Voy al
centro de la ciudad. Los museos no trabajan. Visito el castillo de San Antonio
de la Eminencia. Diego ,
un sociólogo desempleado, me informa que él forma parte de una asociación de
amigos del castillo. Su trabajo es voluntario. El castillo fue construido en el
siglo XVII para enfrentar los ataques de los piratas. Tiene forma de estrella
de cuatro puntas que indican los puntos cardinales. Desde el
castillo se observa la isla de Margarita, en la lejanía. El guía dice
que el castillo estuvo más cerca del mar, pero que éste se ha ido retirando. “Mi
abuelo fue testigo del último retiro de las aguas en 1929” , afirma con orgullo. El
guía me muestra los bloques con los cuales construyeron el castillo. Habla de
calicantos, corales, etc. Llegamos hasta los cañones oxidados y que fueron
capturados a los piratas. Veo una prensa para hacer tabacos o puros. Era labor
realizada por los soldados para aliviar su situación económica. Más allá los
grillos o cadenas con bolas pesadas; la “prisión del olvido”. Allí el preso era
lanzado a una muerte segura: la tal prisión, sin ventanas, era tan baja, que un
hombre debe estar siempre agachado.
Veo el
cuartucho donde estuvo detenido José Antonio Páez por razones políticas en
1849. Páez se encontraba en el exilio y regresó para tratar de derrocar a José
Tadeo Monagas. Los amigos le habían prometido dinero, hombres y armas para la
restauración. Lo dejaron solo y se rindió. Lo llevaron a Valencia sobre un
caballo castaño. Cubría su cabeza con un sombrero de hule amarillo, y su cuerpo
con una cobija azul. El gobernador de Valencia lo encerró en un calabozo con
pesados grillos. Lo trasladaron a Caracas. Ezequiel Zamora dirigió el traslado.
Ramón Hernández dice que “en el trayecto congregaron gente para que gritara
¡Muera Páez!, que el general de los hombres libres mandaba a sus reclutas a
repetir”.
Le hicieron peticiones a Monagas para que
liberara al Centauro, pero lo envió al castillo de San Antonio de la Eminencia.
Los amigos lo visitaban y las mujeres querían verlo por la ventana del
calabozo.
Páez se enfermó de los pulmones. El calabozo no
permitía la entrada de aire. La gente protestó y lo enviaron al hospital
militar. Monagas lo expulsó del país en 1850, y Páez se embarcó hacia Saint Thomas. Al salir del
castillo de San Antonio de la Eminencia una multitud lo aplaudió por largo rato.
Pienso en estos hechos mientras contemplo la celda lúgubre y fría con unos
grillos sobre unos bloques.
5
Parto a
la iglesia de Santa Inés. Al lado están las ruinas del castillo de Santa María
de la Cabeza ,
construido entre 1669 y 1673. Camino por la calle Sucre. La casa natal de Andrés Eloy Blanco está
cerrada. Al lado está la residencia del gobernador, y al frente las ruinas de
la gobernación construida en 1930 e incendiada en 1998.
En la tarde voy a la playa San Luis, muy cerca
del hotel. Llego a las tres y tanto. Pido pescado y me traen corocoro. Leo la
biografía de Andrés Eloy Blanco. Oscurece mientras leo y no tengo tiempo de
echarme un baño.
6
Camino
con el Dr. Navis Márquez por la avenida Universidad de Oriente. Juego ajedrez
con el representante de Aragua. Hacemos
tablas. Voy a la casa de José Ramos Sucre. El
solariego lar de José Antonio Ramos Sucre, considerado el
iniciador de la modernidad literaria venezolana, es una casona amplia. Allí se
siente la presencia del bardo trágico de
giros deslumbrantes, hermosos y misteriosos. Allí están sus enseres, sus
libros, fuentes de historias, mitos y leyendas que poblaron su maravilloso
mundo poético. Visito la casa
natal de Andrés Eloy Blanco con el escritorio hecho por el propio vate, el consultorio médico de
su padre y los viejos tomos en la biblioteca (“ ¡Mi casona oriental! Aquella
casa/con claustros coloniales, portón y enredaderas/ “), todo celosamente
cuidado por el amable guía; y el patio
donde crece, un descendiente en
quinta generación del “gran parral que daba todo el año uvas más dulces que la
miel de abejas”. Y entonces recordé a mi
maestra de primaria, Dalila de Arbeláez , cuando me enseñó a recitar los versos
de La Hija de
Jairo: “y Ella se alzó, delgada de martirio,/ y una voz le subió por la
garganta/ como una abeja que abandona un lirio”.
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En la
mañana hago una caminata hasta la playa. Juego ajedrez y gano. Recorro la
ciudad. Al lado del teatro Luis Mariano Rivera una placa nos dice que allí una
vez vivió Don Andrés Bello; otra nos
informa que en 1820 se realizó la
primera cesárea en América ; otra más nos muestra la impronta de Humboldt ; y
una plaza con el busto de Vargas es la señal de la estancia del sabio médico
.Pero el verdadero banquete literario lo representa la visita a la última
morada de Cruz Salmerón Acosta en Manicuare, a donde nos dirigimos en una
pequeña embarcación o Tapaito ,para contemplar el mismo mar que le inspiro su
inmortal soneto Azul y oír al guía , José Pereda, habla del bardo y sus
sufrimientos
.Tantos amargos momentos hacen que se encierre en esa humilde casa. Una casita
de apenas dos cuartos: un dormitorio y un baño con tina para tratarse la lepra
con sales y yerbas. C. S no quiere que
su novia comparta su destino, no permite que lo visite y sólo la contacta a
través de cartas. Alcanza un estado de sublimación freudiana y se dedica
intensamente a la producción poética. La renuncia al amor de la novia
constituye un inmenso dolor y la describe: “como una adolescente rubia, de
candor angélico y voz con dulce suavidad de arrullo y alegría de gorjeo, y con
unos incomparables ojos azules y tristes como el azul doliente de un país en
exilio”. El azul del cielo, el azul de mar, el azul de los ojos de la
novia crean la atmósfera que impregna el
mencionado poema.
Regreso. De Manicuare hasta Araya hay sólo 15 minutos en auto. El
camino, de rocas , cujies y cactus es agradable por el aire seco del mar.
Contemplo la laguna de donde se extrae la sal. Visito las ruinas del castillo
de Santiago del Arroyo de Araya. Fue construido por los españoles en el siglo
XV para que los piratas no se robaran la sal. Me siento en el restaurant Araya
Mar para almorzar y contemplar las olas.
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Llego hasta donde se supone estuvo la casa donde nació el general Sucre.
Pero no hay ningún monumento porque el sitio no ha sido precisado. El Museo de
Gran Mariscal de Ayacucho es amplio. Allí está su partida de nacimiento y
algunas pertenencias de su esposa. Ceno en la playa mientras leo la biografía
de Andrés Eloy Blanco.
9
Me despierto a las tres de la madrugada. Continúo la lectura de la
biografía de AEB. Por la ventana penetra la
brisa marina y el ruido de las olas. A las seis camino hasta la playa.
Unos pescadores laboran desde una pequeña embarcación. Lanzan la red y recogen
muchos peces. En la playa hay muchos perros que no dejan de ladrar nunca.
Me dirijo al Museo del Mar. Se nos atraviesa
un entierro. El silencio es sepulcral, en correspondencia con el momento. El
taxista dice: “Es de gente decente”. Luego nos encontramos con otro cortejo
fúnebre. La gente acompaña al difunto con música y aguardiente. El taxista
habla nuevamente: “Es de malandros”.
En el museo hay varias colecciones de fósiles y esqueletos de ballenas y
otros animales marinos. La atracción principal es el celacanto, un pez fósil que vivió hace 400
millones de años.
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