EN BARQUISIMETO
(2007)
Edgardo Malaspina
1
Viajo a Barquisimeto a un encuentro de la Red de Escritores de
Venezuela. Nos hospedamos en el Hotel Hevelin en la Avenida Vargas. Representamos a
Guárico Saúl Sivira, Tibisay Vargas, Jeroh Montilla y yo.
2
Muy temprano salgo a caminar por la ciudad.
A las 9 estamos en la
Biblioteca Pio Tamayo en la plaza Los Ilustres. Interviene el
ministro de cultura Francisco Farruco Sesto. El discurso del ministro es de
amplitud e inclusión. No obstante hay escritores que proponen que la Red sea sólo de afectos al
gobierno. Converso con él.
3
Una Red de Escritores
Socialistas de Venezuela es una ridiculez, por decir lo menos. De allí pudieran
derivarse otras redes de escritores: la de los adecos, socialcristianos, y la
que se le ocurra a cualquier partido
político.
4
En la noche leo el periódico. El historiador
Tomás Straka dice: “Aquellos que, contra todas las tentaciones y pronósticos,
anónimamente cumplen con su deber. Aun cuando ser deshonesto o ineficientes sea
más fácil y, a veces, hasta más premiado. Ellos son de la casta que ha
permitido que Venezuela sobreviva hasta hoy. Los verdaderos hacedores, padres y
madres de la patria.
5
Voy el Museo de Barquisimeto,
donde antiguamente funcionaron varios hospitales y una cárcel. Los primeros
hospitales se construyeron en la India. Trescientos años antes de Cristo. El
primer hospital asociado a la caridad
cristiana (hospital: del latín
hospitalis: caritativo con los huéspedes) fue levantado en Cesárea, capital de Capadocia
por San Basilio en el año 369.El primer
hospital de América fue el de San Niciolás de Bari en Santo Domingo, fundado
por Fray Nicolás de Ovando en 1502.El primer hospital venezolano,
históricamente documentado, fue el de Santiago en Barquisimeto en 1565, elevado
por el padre Pedro del Castillo. Barquisimeto fue fundada en 1552.
6
Estoy en el casco histórico y visito la primera iglesia
de la ciudad. En un viaje anterior
llegué hasta el Obelisco. No pude ver los famosos crepúsculos de la ciudad. Las
edificaciones lo impiden. En una plazoleta me siento y busco entre mis
desordenados papeles lo que escribe Giovanni Papini sobre los enemigos:
“La mejor venganza contra los que quieren hacerme de menos consiste en probar a volar a
una cumbre aún más alta. Puede que no llegara tan arriba sin el impulso de
quien me quería por los suelos. El individuo verdaderamente sagaz hace más aún:
se aprovecha de la mismísima difamación para mejor retocar su retrato,
suprimiendo la sombra que ocultan su luz. El envidioso se convierte, sin
pretenderlo, en colaborador de tu perfección”.
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