EDGARDO MALASPINA EN LA CASA DE ANDRÉS ELOY BLANCO EN CUMANÁ

EDGARDO MALASPINA EN LA CASA DE ANDRÉS ELOY BLANCO EN CUMANÁ

sábado, 5 de marzo de 2016

BARQUISIMETO 2007

EN BARQUISIMETO
(2007)
Edgardo Malaspina
1

    Viajo a Barquisimeto a un encuentro de la Red de Escritores de Venezuela. Nos hospedamos en el Hotel Hevelin en la Avenida Vargas. Representamos a Guárico Saúl Sivira, Tibisay Vargas, Jeroh Montilla y yo.

2

   Muy temprano salgo a caminar por la ciudad. A las 9 estamos en la Biblioteca Pio Tamayo en la plaza Los Ilustres. Interviene el ministro de cultura Francisco Farruco Sesto. El discurso del ministro es de amplitud e inclusión. No obstante hay escritores que proponen que la Red sea sólo de afectos al gobierno. Converso con él.
3
Una Red de Escritores Socialistas de Venezuela es una ridiculez, por decir lo menos. De allí pudieran derivarse otras redes de escritores: la de los adecos, socialcristianos, y la que se le ocurra a cualquier partido  político.
4
 En la noche leo el periódico. El historiador Tomás Straka dice: “Aquellos que, contra todas las tentaciones y pronósticos, anónimamente cumplen con su deber. Aun cuando ser deshonesto o ineficientes sea más fácil y, a veces, hasta más premiado. Ellos son de la casta que ha permitido que Venezuela sobreviva hasta hoy. Los verdaderos hacedores, padres y madres de la patria.




5
Voy el Museo de Barquisimeto, donde antiguamente funcionaron varios hospitales y una cárcel. Los primeros hospitales se construyeron en la India. Trescientos años antes de Cristo. El primer hospital  asociado a la caridad cristiana  (hospital: del latín hospitalis: caritativo con los huéspedes) fue levantado en Cesárea, capital de Capadocia por San  Basilio en el año 369.El primer hospital de América fue el de San Niciolás de Bari en Santo Domingo, fundado por Fray Nicolás de Ovando en 1502.El primer hospital venezolano, históricamente documentado, fue el de Santiago en Barquisimeto en 1565, elevado por el padre  Pedro del Castillo.  Barquisimeto fue fundada en 1552.
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Estoy  en el casco histórico y visito la primera iglesia de la ciudad. En un viaje  anterior llegué hasta el Obelisco. No pude ver los famosos crepúsculos de la ciudad. Las edificaciones lo impiden. En una plazoleta me siento y busco entre mis desordenados papeles lo que escribe Giovanni Papini sobre los enemigos:

 “La mejor venganza contra los que quieren  hacerme de menos consiste en probar a volar a una cumbre aún más alta. Puede que no llegara tan arriba sin el impulso de quien me quería por los suelos. El individuo verdaderamente sagaz hace más aún: se aprovecha de la mismísima difamación para mejor retocar su retrato, suprimiendo la sombra que ocultan su luz. El envidioso se convierte, sin pretenderlo, en colaborador de tu perfección”.








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